Acerca del Día internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Por Paula Caldo.

El 11 de febrero se conmemora el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, fecha establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el fin de lograr el acceso y la participación equitativa en la ciencia para las mujeres y las niñas.

En el marco de esta fecha, Paula Caldo, investigadora adjunta del CONICET, doctora en Humanidades y Artes con mención en Historia, miembro de Investigaciones Socio-Históricas Regionales (ISHIR, CONICET-UNR), en donde dirige la sublínea de investigación “Educación, sujetos y cultura” escribió unas palabras:

“Todxs alguna vez empleamos el método de “baño María” para calentar “algo” de manera pausada e indirecta, ya sea en la cocina, ya sea en el laboratorio. Aunque el uso sea frecuente, pocas veces nos detenemos a pensar por qué María está involucrada en ese procedimiento. Justamente, esa pregunta sobre el nombre de mujer nos conduce a la historia de una dama egipcia, primera alquimista, llamada María que dio lugar a este método. La mujer lejos de ser una cocinera, era una científica (por la época mejor llamarla alquimista) que vivió en el siglo III y, supuestamente, inventó esa técnica que permitía calentar sustancias a partir de una distribución pareja de la temperatura. Más allá de las precisiones fácticas en torno a María como así también de las pocas huellas dejadas, la existencia del nombre femenino para llamar la técnica prueba que, desde la noche de los tiempos, las mujeres estamos entre la cocina y el laboratorio siempre produciendo conocimientos.

Sin embargo, hubo que esperar hasta diciembre de 2015, para que la Asamblea de las Naciones Unidad marcara el calendario, declarando el 11 de febrero como el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia.  Es crucial preguntarnos el por qué de un reconocimiento tan tardío, ya que la historia vivida está plagada de ejemplos de mujeres productoras de conocimiento como así también está marcada por la misma cantidad de ejercicios de silenciamiento e invisibilidad de tales prácticas femeninas.

En otras palabras, las lógicas de producción de conocimiento en general se articularon sobre la base del estereotipo masculino. Así, nuestras congéneres del pasado negociaron con ello para ser parte. Las mujeres comenzamos a hacer ciencia travestidas por propia decisión (identidad encubierta, anónima, siendo esposa de, etc.) o por la mirada vigilante de la sociedad que las rotulaba de pedantes, masculinizadas y de esta forma ocultaba la presencia.

En esta dinámica desde el acceso a la lectoescritura hasta el ingreso a los estudios superiores, fueron motivos de conquistas y resistencias. Incluso, escribir y publicar sobre saberes que se estimaban del propio sexo lo fue. ¡Hasta las primeras autoras de recetarios de cocina encubrieron sus identidades con seudónimos!

Auspiciosamente, y como en baño María, en el transcurso del siglo XX esas barreras prohibitivas se fueron saltando y derribando. Proceso que se aceleró al alcanzar el siglo XXI, encontrándonos así en 2015 con el reconocimiento hecho efeméride.

Ser una marca en el calendario invita a conocer nuestra historia y a mensurar los techos de cristal y los topes que el sistema nos sigue ofreciendo. En otras palabras, lo importante es celebrar(nos) científicas con conocimiento y hoja de ruta para continuar en la marcha en pos de la consecución de la igualdad entre los géneros en el plano de la producción y transmisión del conocimiento, que, aunque con adelantos aún sigue en el horizonte de posibilidades”.