En el marco del Día del Investigador científico, la doctora Sandra Fernández reflexiona en este texto sobre su interés en la Historia.
En el prefacio del hermoso libro de Geoff Eley[1] Una línea torcida, su autor dice “yo quería convertirme en historiador porque la Historia realmente importaba; era necesaria para influir”. Estas palabras de Eley son sugestivas y en ellas me reconozco, pues la Historia me sigue interpelando, en mi vida social y política. De hecho “me sigue importando” puesto que, en tanto historiadora profesional — alguien que se formado en los fundamentos del campo y que lleva adelante la práctica metodológica de la disciplina— resulta ser una herramienta estratégica para operar sobre la realidad.
Además, la Historia trabaja con un sustrato común, que nos involucra a todxs por igual: nuestra conciencia histórica, una idea de ser en el tiempo. Todxs tenemos un pasado, nada nos sucede al margen del tiempo y del espacio. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?, son las preguntas que manifiestan nuestra conciencia histórica. No sólo la pensamos en términos individuales sino, también, y fundamentalmente, de manera colectiva e institucional. Así, implica una conciencia de ser en el tiempo y, en consecuencia, es decisiva para formar una conciencia crítica del presente.
La Historia me importa por otra razón, porque resulta ser un referente cierto para dominar la inquietud, en tanto que conocemos las huellas duraderas y las escrituras efímeras, y rescatamos las voces de quienes no se les ha permitido tener voz —los distintos sujetxs de la subalternidad. En un contexto como el actual, que pone la incertidumbre en escenario social, las certezas que brinda el conocimiento provisto por lxs historiadorxs se convierten en instrumentos privilegiados para interrogarnos y reflexionar como comunidad. Pero, además y, fundamentalmente, para proponer los caminos de transformación.
SANDRA FERNÁNDEZ
[1] Eley, Geoff (2008) Una línea torcida. De la historia cultural a la historia de la sociedad, Valencia, PUV, p. 15.