Educación Sexual Integral (ESI)

Malena Oneglia, antropóloga y actualmente becaria doctoral del CONICET e integrante del ISHIR, fue distinguida por la Asociación Argentina para la Investigación en Historia de las Mujeres y Estudios de Género (AAIHMEG) por su tesina de grado en donde trabaja la implementación de la ESI en la provincia de Santa Fe.

“Feministas y políticas públicas. Trabajar en Educación Sexual Integral en la provincia de Santa Fe” es la tesina en Antropología sociocultural de Malena Oneglia, que fue dirigida por Verónica López Tessore y Manuela Rodríguez y realizada en el marco del final de la carrera de grado en Antropología, de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. La becaria del CONICET además es docente en las carreras de Historia y Antropología de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR) e integra el área Antropología del cuerpo (UNR) y el Equipo de Antropología del Cuerpo y la Performance de la Universidad de Buenos Aires. En el ISHIR forma parte de la sub-línea de investigación “Educación, sujetos y cultura” dirigida por la Dra. Paula Caldo. El premio entregado por AAIHMEG consta en publicar el trabajo de investigación de Malena Oneglia en formato libro.

La ESI en estudio

“El 4 de octubre de 2006, mediante la sanción de la Ley Nacional 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI), sale a escena pública un debate sobre la sexualidad como una disputa política debido a que, por medio de esta ley, se establecía el derecho de todos los educandos de todos los niveles educativos – de gestión tanto pública como privada o mixta – a recibir educación sexual integral, la cual integra aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y eróticos” indica en la introducción de su tesina, Malena Oneglia.

El trabajo de investigación aborda el proceso de construcción de la Educación Sexual Integral, específicamente en el plano local, como una política pública en Sexualidad y en Educación. Para llevar a cabo este estudio, que comenzó en el año 2014, Malena Oneglia realizó su trabajo de campo con trabajadoras del Estado que pertenecían a dos órbitas diferentes: por un lado, el equipo de Educación Sexual Integral de la provincia de Santa Fe que se crea en el 2009 y, por otro lado, con docentes de nivel terciario. El interés de la antropóloga fue conocer cuáles eran las estrategias de exigibilidad al Estado para que la política pública que las trabajadoras tenían que construir, se pudiera efectivamente llevar a cabo. “Cómo le exigen al Estado que se implemente una política de la cual ellas mismas son responsables, entendiendo que, si bien la ley dice que todos los educandos tienen derecho a recibir Educación Sexual Integral, no solamente son los educandos los destinatarios de esas políticas sino también la docencia” explica Oneglia.

En referencia a considerar no solo los destinatarios de la ESI, sino también a quienes la transmiten, Oneglia señala: “No hay posibilidad de una transformación en el plano educativo respecto a lo que se entiende por Género y Sexualidades si no viene primero la pregunta sobre las propias prácticas y las propias vidas de las docentes que implementan esas políticas” y agrega que, en este sentido, es necesario pensar cómo esta multiplicidad de estrategias de exigibilidad se van construyendo desde el establecimiento de márgenes, cómo dialoga el lugar de trabajadoras del Estado con su práctica política feminista. Es decir, cómo y desde donde se paran para reclamar al Estado, y al mismo tiempo para construir la política pública”.

Con respecto a las condiciones de quienes estaban a cargo de implementar la ESI. Por un lado, estaban las trabajadoras del Equipo ESI, un colectivo heterogéneo que empieza a organizarse y a reclamar por sus derechos como trabajadoras ya que no estaban en condiciones de igualdad ni siquiera entre ellas; eran trabajadoras del Estado en una situación de precariedad laboral, situación que no aseguraba ni la continuidad laboral ni la del programa. “Luego, las trabajadoras del Estado empiezan a organizarse y reconocerse como colectivo y a demandar por sus condiciones laborales. Al mismo tiempo se organizan como colectivo feminista que sale por fuera de la órbita del Estado y empieza a militar la implementación de la política pública que ellas mismas como trabajadoras tenían que implementar”, indica Oneglia. Y, por otro lado, las docentes de terciarios que tenían condiciones laborales menos precarias, con otras posibilidades de llevar adelante la construcción de esta política pública y de demandar al Estado desde dentro de las instituciones. Y agrega, “como dice Catalina Trebisacce, la experiencia feminista es la piedra en el zapato, como la ESI, que es una ley que después se fue actualizando a partir de Resoluciones del Consejo Federal de Educación, sus contenidos se fueron expandiendo y es una ley a la que se llega a partir de negociaciones con diferentes actores de la sociedad civil, incluidas las Iglesias. Es la mejor ley que se pudo conseguir”.

La ESI en Santa Fe

Como las provincias argentinas son autónomas y tienen la posibilidad de refrendar las leyes, en el caso de la ESI, cada provincia llevó a cabo sus estrategias particulares de construcción de la ley. Santa Fe fue por la vía de crear un Programa de ESI provincial, donde quien era la Ministra de Educación en ese momento, Elida Rasino, convocó a feministas de la provincia, como Mabel Busaniche, para crear un programa que, entre otras cosas, permitiera modificar los diseños curriculares de los profesorados de formación docente provinciales, con la idea de formar a las docentes desde el principio. “Esto también presenta una complejidad en el sentido de pensar quiénes van a formar a quienes forman y de qué manera. Surge una tensión al respecto cuando el Ministerio de Educación empieza a sacar estadísticas para mostrar a cuántas escuelas se llegó, y a cuántos docentes y estudiantes. Acá la pregunta no es: a cuántos se llegó, sino qué transformaciones se posibilitó. Ahí está la disputa entre la política medida en términos cuantitativos y la política medida en términos cualitativos” señala Malena Oneglia.

Con respecto a la etapa metodológica y de recopilación de la información, la becaria indica: “Hice 4 años de trabajo de campo, de hecho, mi tesis doctoral también es sobre ESI. Hice trabajo de campo en institutos terciarios, estuve dos años formando parte de una pareja pedagógica con una docente que daba el Seminario de Sexualidad Humana y Educación de la carrera de formación docente nivel inicial, que fue el primer diseño curricular que se transformó en la provincia. Hice también entrevistas en profundidad con miembros del equipo y con docentes, talleres y también fue parte de mi militancia, yo ya estaba en el terreno. Eso me requirió todo un ejercicio metodológico de extrañamiento, porque trabajé con amigas, compañeras, colegas, personas con la que después me encontraba en la calle y teníamos el mismo cartel. Fue un ejercicio para poder distanciarme y poder analizarlo críticamente, con la dificultad que eso contiene. También con mucho cuidado porque yo hablaba del trabajo de personas, una de las prácticas de la antropología es la preservación de la intimidad y las identidades de quienes nos ofrecen sus historias, sus relatos y experiencias de vida”.

El trabajo se trató de indagar “Cuáles eran las estrategias para desplegar la ESI, debido a que las instituciones educativas tenían sus propias idiosincrasias, líneas, prácticas de negociación, en donde había quienes aparecían como aliadas y aliados en las instituciones y cómo se trabaja desde esas alianzas y con las resistencias que se presentan propias del propio campo, que no es resistencia a la ESI en sí misma o solamente, sino una resistencia a todo lo que sea una transformación del status quo”, explica la becaria.

En la tesis, Malena Oneglia se propone pensar ESI desde una perspectiva que pone en diálogo a los aportes de la antropología feminista, la antropología del cuerpo y la performance, la antropología política y del post estructuralismo. “A la Educación Sexual Integral la pienso como una tecnología de género, que es performativa, lo que permite pensar en los procesos de transformación y que habilita a la multiplicidad, que piensa a la sexualidad de manera amplia, no es solamente lo biológico, sino que también es una construcción, es constructivista pero no solo es constructivista ni tampoco es representacional. Es una política pública en sexualidad que es en sí misma transformadora y que en el abstracto no hace nada. Depende mucho de cómo se construye” indica la becaria y añade: “No me gusta hablar de aplicación de políticas, sino de que la política pública es una construcción, desde arriba y desde abajo. Se trata de un movimiento dialéctico: a la política pública se la piensa y diseña en función de una demanda pero no queda inmóvil sino que llega a los sujetos, que hacen lo que quieren y pueden con ellas”.

 

Por Ana Paradiso
Investigaciones Socio-Históricas Regionales
ISHIR (CONICET-UNR)