Por Teresa Suárez (UNL) y Carolina Piazzi (ISHIR, CONICET-UNR)
Publicada en Revista Zoom:
https://revistazoom.com.ar/educadores-de-ocasion-impulsan-al-conocimiento-sobre-el-rio-parana-fomentando-la-agroindustria/

El pasado 1º de julio, el presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) firmó un convenio de colaboración con el Ente Administrador del Puerto de Rosario (ENAPRO) y la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) para dar lugar a un programa educativo “sobre la importancia del Paraná y la agroindustria”, con el objetivo de “desarrollar e impulsar el programa ‘El Río Educa’, destinado a capacitar a jóvenes de escuelas de la provincia sobre la importancia del comercio exterior y el cuidado de los recursos hídricos”.2 La iniciativa aborda un proyecto destinado a población escolar, primaria y secundaria, para que conozcan sobre la producción del campo, el papel del puerto, los humedales y el “cuidado” del río. Ni la BCR, el ENAPRO y CIARA tienen como objeto de trabajo la educación de niñas/niños y jóvenes. Resulta irónico, además, que una semana antes, la BCR fue el punto focal donde convergieron caravanas desde distintas ciudades del país en defensa de la soberanía nacional de los ríos Paraná, de la Plata y apertura del Canal Magdalena.
Una lectura rápida o distraída del mismo puede llevar a pensar en la buena voluntad de estos actores en proponer una iniciativa para intervenir en aspectos de la cultura social. Sin embargo, cuando reparamos en las “cosas no dichas” y en los intereses de los actores en juego, la lectura nos sugiere varios interrogantes.
En primer lugar: ¿Qué modelo económico-productivo es el que promueve el “programa educativo” mencionado? La organización de una estructura capitalista del Estado Argentino ha logrado, en dos siglos, un crecimiento continuo de la población urbana, el deterioro progresivo de la naturaleza, la disminución de los bienes comunes por una privatización legalizada a través de constituciones, leyes y diversas normativas, una desigualdad social creciente y la exclusión de gran parte de la población al acceso de bienes materiales y simbólicos. Por supuesto que no fueron 200 años de una línea política homogénea. Períodos con los rasgos mencionados tuvieron diversas densidades de producción agrícola ganadera o florecimiento industrial, mayores o menores porcentajes de alfabetismo, presupuestos nacionales y provinciales con criterios de distribución diferentes.
En las últimas décadas, el aparato productivo –¿o destructivo?– se caracteriza por una práctica instaurada –más o menos discontinua– desde fines del siglo XIX: la extracción de recursos naturales sin prever su regeneración en el corto o mediano plazo, o lo que es peor, fracciones del patrimonio natural no podrán ser utilizadas ya por la humanidad. Pensemos en la destrucción de fuentes de agua tras la voladura de las montañas, o en los hidrocarburos que restan en el subsuelo próximos a la extinción.
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