“Católicos y política en América latina antes de la democracia cristiana. 1880-1950” es un libro que recorre un abanico variado de iniciativas de organización política católica en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Colombia, que se desarrollaron durante la primera mitad del XX y enfatiza las relaciones que mantuvieron los países latinoamericanos con modelos europeos. Sus compiladores son Martín O. Castro (Instituto Ravignani, CONICET-UBA) y Diego Mauro (ISHIR, CONICET-UNR), ambos investigadores independientes del CONICET.
El libro reúne aportes de reconocidos investigadores e investigadoras latinoamericanos, a quienes se suma Martin Conway de la Universidad de Oxford.
El Dr. Diego Mauro aborda, en esta entrevista, distintos aspectos del libro.

¿Cómo surgió la idea de hacer este libro?
Con Martín veníamos debatiendo sobre el tema en congresos y seminarios. Un día, creo que fue en la Universidad de Mar del Plata, coincidimos en que era una lástima que no existiera un trabajo que reuniera los importantes avances que se habían hecho en el estudio de los partidos católicos y democristianos “tempranos” en América Latina. Es decir, aquellos que se habían puesto en marcha con diferente suerte en muchos países antes de la ola demócrata cristiana europea de posguerra, cuando el papado, finalmente, opta por apoyar esta vía de participación política. Empezamos a evaluar posibilidades y, gracias a las gestiones de Marín, la Universidad de Tres de Febrero nos apoyó para realizar una jornada académica en Buenos Aires con colegas de Brasil, Chile y Uruguay. Allí se gestó la base del libro, que luego se enriqueció con colaboraciones de otros investigadores latinoamericanos y la participación muy especial de Martin Conway. Un historiador inglés que hizo aportes fundamentales sobre la temática y que tuvo la generosidad de leer el libro y escribir una conclusión general poniendo en diálogo los procesos latinoamericanos y europeos.

El libro se llama “Católicos y política”: cómo se relacionan la religión y la política en este período?
Es un tema bastante complejo y con muchas aristas. Para empezar, destacaría el cambio que introduce León XIII a finales del siglo XIX. Durante su papado, la Iglesia trata de moverse de la posición netamente intransigente respecto a la modernidad, propia de Pío IX, el papa anterior. A partir de ahí, no es que deje de condenarse al liberalismo o a la modernidad, pero se tienden puentes y, lo más importante, se entiende que la convivencia con dichos fenómenos es la única vía posible. El debate, en este sentido, se desplaza del terreno de los principios generales a la discusión más pragmática sobre cuál debía ser la forma de intervenir en ese mundo moderno, republicano, liberal, democrático, al que ya no se da la espalda. A partir de entonces, algunos católicos insisten en que lo mejor es mantenerse alejado de los sistemas de partidos, buscando influir desde arriba y de manera transversal desde adentro. Estos sectores buscan sumarse a las fuerzas políticas para tratar de catolizarlas desde adentro y, en paralelo, alientan la movilización de los fieles en el espacio público como factor de presión. Otros católicos, no obstante, sin dejar de apoyar necesariamente estas opciones, apuestan por crear partidos católicos o de inspiración democristiana. No obstante, en Argentina, como en la mayoría de los países de América Latina, los episcopados no acompañan estos intentos. Al menos durante la primera mitad del siglo XX. En Europa, finalmente, también el Vaticano sigue esta línea, pero, como analizamos en el libro, por razones distintas. El papa Pío XI ordena disolver el Partido del Centro en Alemania y el Partido Popular en Italia con el fin de lograr la firma de concordatos con Hitler y Mussolini. O sea, los disuelve, porque eran organizaciones políticas y electorales católicas exitosas que rivalizaban con el fascismo en ascenso. Algo que la Iglesia veo cómo riesgoso para ella misma. En América Latina, las cosas son diferentes. La creciente oposición de los obispos se debe más bien a lo contrario, a la irrelevancia de estos partidos en los comicios donde, como ocurre en Argentina y Uruguay, no superaban el 3 o 4% del electorado. El problema acá, por tanto, es otro: no se trata de buscar la convivencia pacífica con los fascismos, sino de defender la idea de que América Latina es un subcontinente católico. Si sacás el 3 por ciento de los votos es muy difícil defender esa idea y hablar de “nación católica”. De todos modos, como mostramos en el libro, los laicos siguieron adelante con muchas experiencias partidarias en los años veinte y treinta a pesar de la oposición de las jerarquías y, en algunos casos, lograron sostenerlas por bastante tiempo.
¿Por qué tomaron el catolicismo? ¿Había participación política de otras religiones?
En este período, la centralidad política del catolicismo frente a otras religiones es abrumadora. Hoy en día hay mucho debate sobre las potenciales formas de organización política de algunos sectores del mundo evangélico, sobre todo en Brasil, pero a principios del siglo XX, la Iglesia católica era la única institución religiosa relevante en términos políticos. Por supuesto, los protestantismos históricos peticionan y sus federaciones alientan la edificación de Estados laicos allí donde pueden. Además, es cierto, denuncian la discriminación que sufren desde el Estado, pero, en el plano político, no buscan ni se plantean participar del sistema de partidos. En esas décadas están muy lejos de eso.
El libro se enfoca en América Latina ¿Podés ubicar puntos de unión en los países estudiados?
Hay muchos factores comunes en estas experiencias partidarias de base demócrata cristiana de la primera mitad del siglo XX. El más importante, me parece, es que, a diferencia de los partidos católicos del siglo XIX, de índole netamente conservadora y muy vinculados a la defensa de la Iglesia misma, las primeras agrupaciones democristianas de entreguerras ponen en el centro del debate a la llamada “cuestión social” y empiezan a ensayar con programas de reformas que, más allá de sus diferencias, proponen cambios de cierto calado, inspirados en los lineamientos de la encíclica Rerum Novarum de 1892. En esta encíclica León XIII traza un programa político general que alienta una especie de doble “superación” de los enemigos del catolicismo: el liberalismo hacia atrás y el socialismo y el comunismo hacia adelante. En este sentido, como se ve, hubo mucho de reacción en estos partidos, pero también, al mismo tiempo, una dimensión propositiva. Más allá de lo meramente “reaccionario”, intentaron alumbrar un programa propio, articulado sobre un conjunto de proyectos en los que poco a poco fueron confluyendo como la sanción de diferentes leyes sociales, el reconocimiento jurídico de los sindicatos o la creación de instancias de conciliación y arbitraje en los conflictos entre capital y trabajo. Después, un segundo aspecto en común creo que fue una visión más bien instrumental sobre el régimen político, lo que los llevó a concebir su participación en los términos de lo que los historiadores y politólogos llaman una “integración negativa”. Es decir, participan electoralmente, pero con el propósito de, una vez llegados al parlamento, alentar reformas que derriben las bases de representación del liberalismo político. Una lógica similar a la de las izquierdas socialdemócratas europeas del período. Por último, considero que este catolicismo político latinoamericano tuvo también fuentes comunes de inspiración. Por decirlo brevemente, si los católicos más críticos con la idea de formar partidos confesionales tenían su faro en Roma, los democristianos miraban más a París, Lovaina, Berlín, Londres y Nueva York. En estas últimas ciudades estuvo exiliado el líder del Partido Popular Italiano, el sacerdote Luigi Sturzo, uno de los grandes referentes de los democristianos latinoamericanos junto al filósofo francés Jacques Maritain.
¿Qué podrías agregar de estxs autorxs?
El equipo de trabajo congrega a algunos de los más destacados investigadores e investigadoras de la temática en América Latina. Hay colegas de Chile, Uruguay, Brasil, Colombia y Argentina. A ellos se sumó, como te decía, Martin Conway de la Universidad de Oxford. Un aporte clave porque nuestra idea siempre fue que el libro propusiera, más allá de los casos, los rudimentos para modelizar el proceso en América Latina. Y, para lograr delinear una suerte de modelo, es indispensable no perder de vista la comparación con otros grandes espacios, principalmente el europeo, donde se dan debates comunes en el período. En este sentido, si bien hay mucho de moda académica en esto de mirar todo el tiempo lo transnacional o lo global, en el caso del estudio del catolicismo político es indispensable. Es una dimensión que no se puede obviar porque todos los procesos locales, regionales o nacionales, como creo que el libro demuestra, están conectados en diferentes redes globales en las que circulan no sólo dirigentes y militantes, sino, sobre todo, modelos de organización y experiencias políticas.
El libro puede descargarse de manera gratuita en:
https://www.academia.edu/44983077/Cat%C3%B3licos_y_pol%C3%ADtica_en_Am%C3%A9rica_Latina_antes_de_la
_democracia_cristiana_1880_1950_
O adquirir el ebook en:
https://eduntref.com.ar/catolicos-y-politica-en-america-latina-antes-de-la-democracia-cristiana.html