Las investigadoras Sandra Fernández, Alicia Martín y el colectivo Identidad Marrón conversaron con Télam sobre el gran evento festivo popular y profano que trasciende tiempos y mezcla tradiciones, un encuentro que se despliega desde la Puna a la Mesopotamia. 

Los feriados de carnaval del 20 y 21 de febrero, un hito que promueve el turismo y el encuentro previo a la cuaresma cristiana, no hacen más que sumar interrogantes sobre una tradición que se recrea, respira y palpita en los miles que participan en sus distintas expresiones y prácticas desplegadas desde la Puna a la Mesopotamia o una ribereña Buenos Aires, todas tan disímiles entre sí como sus orígenes y sincretismos, algo de lo que dan cuenta las investigadoras Sandra Fernández, Alicia Martín y el colectivo Identidad Marrón. 

“El carnaval siempre se trató de una fiesta popular y profana” donde “la participación de la comunidad y la inversión de los roles, que tiene como resultado poner entre paréntesis las categorías sociales” donde “lo burlesco se manifiesta en la máscara y el disfraz, se dramatiza, se danza, se canta. Hay una explosión de los sentidos que muchas veces hace que se la considere como una fiesta cargada de excesos”, explica a Télam Sandra Fernández desde Rosario. 

“El carnaval tiene una matriz transgresora que explora los límites y hace que justamente pueda manifestarse en algunas sociedades más que en otras” Sandra Fernández.

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