Por Carolina Piazzi*

Dra. Carolina Piazzi, investigadora del CONICET
Dra. Carolina Piazzi, investigadora del CONICET

Las advertencias de activistas, científicos y funcionarios públicos sobre las conexiones entre ciertas prácticas humanas y los efectos nocivos en el ambiente se acumulan en las últimas semanas a raíz de la pandemia del Covid-19.[1] Sin embargo, comparadas con las preocupaciones sobre las consecuencias económicas que acarreará la pandemia, la dimensión ecológica es una de las menos abordadas.

La biodiversidad mundial se ve afectada por el fenómeno de extinción de especies. El tráfico ilegal de especies y productos derivados es una de las mayores amenazas para las especies protegidas. Como investigadora en CONICET, elaboro un plan de trabajo que pretende abordar las raíces históricas y culturales profundas de esta práctica ilegal, y aquí me interesa destacar particularmente algunas reflexiones, provenientes en su mayoría del ámbito científico, surgidas al calor de la actual pandemia de Covid-19 que observan la situación que nos toca atravesar desde nuestra responsabilidad como habitantes de la Tierra.

Los potenciales peligros del acercamiento entre seres humanos y especies silvestres fueron señalados, en 2012, por el periodista David Quammen en su libro Spillover. Animal infectiosn and the next human pandemic (Derrame o desborde. Infecciones animales y la próxima pandemia humana), con un título que al día hoy parece sumamente predictivo. La intromisión desmedida del humano, modificando los ecosistemas con actividades como la tala indiscriminada o el tráfico de especies silvestres, provoca una aproximación que termina resultando peligrosa para la salud humana en tanto se liberan virus para los que los animales no humanos ya cuentan con inmunización producto de años de convivencia biológica: “Ofrecemos a esos virus la oportunidad de aprovechar un nuevo host (huésped). Y ahí estamos como el nuevo anfitrión potencial”.[2]

Las organizaciones que trabajan por la restauración de la diversidad ecológica, como la Fundación Rewilding Argentina, destacan este aspecto a raíz de la expansión del Covid-19 y están poniendo de relieve la importancia de adoptar políticas públicas en este sentido.[3]

Medidas políticas ¿para “cuidar la vida”?

Las medidas de aislamiento tomadas por los gobiernos a nivel mundial, algunas más a tiempo que otras, son aplaudidas en general por la población. Mientras tanto, en Argentina, en el Chaco continúa el desmonte, como denuncian algunas ONG y las fumigaciones se encuentran dentro de las actividades exceptuadas por la cuarentena –aclaremos que la justicia también está en cuarentena y no recibe las denuncias de las poblaciones sobre estas prácticas que atentan contra la salud.[4] Parece que todo depende de qué consideremos por salud y cuidado de la vida.

Referentes de organizaciones sociales, científicos, periodistas comienzan a advertir sobre la importancia de atender a la dimensión ecológica de la pandemia, para que no sea en vano.[5] En este marco, fortalecer los marcos legales y los Derechos de la Naturaleza es uno de los caminos que puede colaborar en evitar situaciones similares a futuro. De acuerdo a los datos oficiales, Argentina tiene 564 especies en peligro, de las cuales 104 se consideran en peligro de extinción, 149 amenazadas, y 311 vulnerables.[6] Históricamente, nuestro país resulta ser el mayor exportador de especies silvestres en Latinoamérica por lo que resulta necesario un trabajo coordinado entre áreas de ambiente, seguridad y justicia para tratar las denuncias de tráfico de fauna silvestre.

Es preciso atender a los procesos históricos y culturales que son causa de la pérdida de hábitat de ciertas especies, uno de los factores más graves que afectan la diversidad biológica: deforestación, urbanización, avances en la frontera agrícola, defaunación. Varios de estos puntos fueron señalados por dos biólogos de CONICET en una nota donde sintetizan “cinco formas en que los cambios ambientales producidos por el ser humano propician la emergencia de epidemias y pandemias como la que estamos viviendo”: tráfico de fauna a escala global; destrucción de ecosistemas naturales; extinción de especies silvestres; cambio climático global; urbanización y globalización.[7]

Somos muy conscientes de lo que las interconexiones planetarias favorecen los procesos de contagio y difusión de virus, como el que atravesamos, ¿pero lo somos en la misma medida de las interconexiones vitales y la trama que sostiene la vida? (las conexiones ocultas de las que habla el físico Fritjof Capra).

En tiempos del Antropoceno y de la “gran aceleración”,[8] este parece ser un buen momento para desacelerar, y reflexionar sobre nuestras responsabilidades individuales y sociales a la hora de crear más conciencia como ciudadanes: consumidores, productores, electores, educadores. ¿Necesitamos más historias alarmistas o de Slow Hope (“esperanza lenta”)?, como propuso recientemente Christof Mauch –director del Rachel Carson Center).

 

*Carolina Andrea Piazzi es Investigadora Adjunta del CONICET, integrante de la línea de investigación del ISHIR: Historia Social de la Justicia y el Gobierno y forma parte del Centro de Estudios de Historia Social sobre la Justicia y el Gobierno, CEHISO-UNR.

 

 

Notas:

 

[1] “Coronavirus: ‘Nature is sending us a message’, says UN environment chief”, nota publicada en The Guardian, 25/03/2020, entrevista a Inger Andersen, Directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y Secretaria Gral. Adjunta de la ONU.

https://www.theguardian.com/world/2020/mar/25/coronavirus-nature-is-sending-us-a-message-says-un-environment-chief

[2] https://www.lavaca.org/notas/las-causas-ambientales-de-la-pandemia-y-los-efectos-sociales-del-distanciamiento/

[3] Emiliano Donadio, Director científico de Fundación Rewilding Argentina: “Cuando la pandemia termine, terminar con la pandemia”.

[4] https://www.eldiariodelaregion.com.ar/articulo/somos-monte-denuncia-desmontes-en-la-fidelidad-durante-la-cuarentena/?fbclid=IwAR2tpO6_lK_7_L71qqJn3SidarsiV5O4VIE98w_mzIheTBKtXKLwWc7wmUY;

https://www.tiempoar.com.ar/nota/las-fumigaciones-no-paran-ni-su-efecto-inmunodepresor?fbclid=IwAR1jV3wTHBlWny30ybjxS4ymL2pCUA468RPNU5BbpKb-kOrsdJFecltoQI0

[5] “La dimensión ecológica de la pandemias”, por Darío Aranda, 30/03/2020: https://www.pagina12.com.ar/256218-la-dimension-ecologica-de-las-pandemias

[6] Según Decreto 666/97 de Protección y conservación de la fauna silvestre que siguió la clasificación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

[7] “Cinco formas en las que transformando el ambiente creamos una pandemia”, por Matías Mastrangelo y María Guillermina Ruiz: https://www.lavaca.org/notas/cinco-formas-en-las-que-transformando-el-ambiente-creamos-una-pandemia/

[8] Denominación que dio el químico estadounidense Will Steffen al fenómeno signado, en general, por la más profunda y rápida alteración sufrida, en la historia de la humanidad, por los ecosistemas terrestres a partir de 1950, debido a estos factores como el aumento sin precedentes del consumo de masa (en los países de la OCDE); crecimiento demográfico galopante; desarrollo económico; y urbanización de las poblaciones.